domingo, 14 de abril de 2013

Discurso de la sirena



 Una sirena para el oso,
mi querido Cortázar.


Soy la sirena de los pasadizos de tu imaginación, nado entre caracolas de dolor y colores inocentes, cadáveres incandescentes y pasiones de bastón. Voy por las catacumbas de emoción en emoción y soy la sirena de los pasadizos.
            Creo que me estiman porque mi cola arroja olas de pulsión. Incesantemente abrazo planetas de mares, a veces océanos de humo. Y nada me gusta más que nadar de helicóptero a submarino, tomando más y más agua. Y disfruto en las profundidades de las sombras, porque saco provecho del despojo. O cerca de los límites de las redes, porque las agujereo. De noche aleteo en la tinta y es cuando más creativa aleteo. Hago remolinos para ver si las ostras muestran sus perlas y dejo que mi pelo fluya en el papel. Y puedo flotar en las aguas más podridas de los hombres y hundirme en mares de felicidad, insomne. Primero con llantos, después con risas, después con las dos juntas, y eso me produce una grandísima alegría.
            Entonces recorro las catacumbas, de emoción en emoción; pataleando triste si me asfixian, sonando ingenua cuando me acarician. Hay otros seres que temen cuando les canto, y usan ataduras en las orejas. Algunos están tan sordos que no pueden sondear los pasadizos de las emociones, y se ahogan. Yo a veces tengo miedo de transformarme en uno de ellos. Nado más profundo e intento llegar al cielo. Cuando la nube me moja, tambaleo si veo desde allá a mis seres queridos naufragando. Y me sumerjo cálida de abrazos y embotada de besos, estando vagamente segura de que algo bien estaré haciendo.            

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